viernes, 28 de octubre de 2011

H4GM. 2011


Mosaico sobre madera.
35 x 25,5 x 5 cm


H4GM

Cuando miramos a nuestro alrededor, a lo que nos acompaña, cuando nos miramos unos a otros o nos miramos a nosotros mismos, podemos caer en el error de pensar que la vida ya está hecha, que nosotros y los demás ya somos lo que somos. Podemos llegar a pensar que simplemente tenemos que continuar con las cosas que ya habíamos empezado: mantener los amigos, alimentar el fuego que encendimos, fortalecer nuestra opinión acerca de las cosas y abrillantar nuestra presencia en el mundo. Creo que, de actuar así, estaríamos equivocados: la vida se está renovando constantemente, se está construyendo ante nuestros ojos.

Y la vida no se hace sola. Igual que nosotros tampoco nos hacemos a nosotros mismos, la vida da y recibe, pide y ofrece. Entonces, ¿cómo no prestar atención a lo que sucede ante nuestros ojos con el mismo nivel de atención que dedicamos a nosotros mismos?

Todo lo que ocurre nos está ocurriendo a nosotros, todo lo que se mueve o cambia, se está moviendo y cambiando con nosotros ¿Cómo no sentir que la distancia entre lo que llamamos “vida” o “los demás” y nosotros mismos no es más que una ilusión, una equivocación?

Pensando en cosas así, creo que igual que, secreta o abiertamente, pedimos cosas a la vida, también podemos ofrecer cosas a la vida. Igual que uno se pregunta a sí mismo qué necesita antes de pedirlo, también podemos estar atentos a lo que la vida necesita, podemos escucharla y ofrecer lo que podamos.

A veces se dan situaciones que nos bloquean: no sabemos cómo reaccionar ante lo que está pasando. Nos quedamos sin saber qué hacer o qué decir. Las manos se quedan quietas y la boca permanece en suspenso. Pero lo que llamamos “vida” no se detiene ante nuestra indecisión, sigue pasando ante nuestros ojos, y en ese momento puede que esté echando de menos algo de nosotros.

La vida sigue adelante sin mi apoyo, pues nadie es imprescindible, lo sé. Pero siento que una parte importante se pierde si me quedo callado y de brazos cruzados. En lo que podemos ofrecer a la vida todos somos insustituibles: si no lo haces, queda por hacer, si no lo dices, queda por decir.

Los planetas siguen su órbita, y no me necesitan para ello, y tampoco me necesita la química que rige el crecimiento de las plantas o el curso de los ríos o de los vientos. Pero tengo la íntima certeza de que también formo parte de todas esas cosas que en apariencia están desligadas de mí. Tú mismo eres mucho más y mucho menos de lo que sientes como “tú”.

Así, muchas veces, sólo porque pregunté y me puse cerca, he encontrado mi papel o mi respuesta en lugares, personas y situaciones extrañas a las que no había sido invitado. La vida es real cuando tú, conscientemente, la haces. Es en esas situaciones extrañas, misteriosas, incontrolables, donde me encuentro más curioso y decidido a ofrecer alguna pregunta, alguna ayuda.

Ante las cosas que se rompen, se forman, espontáneamente, filas de voluntarios que se disponen a reconstruir las emociones dañadas.

No sé lo que digo: probablemente no estoy encontrando las palabras correctas, tampoco los hechos que prestarían una ayuda real. Todo es muy confuso cuando las emociones se han despertado antes que tú, y te hacen levantar de la cama a toda prisa, y tú tienes que ir detrás de ellas, guiado por pobres intuiciones, hasta lugares que no sabías que existen. Todo es confuso, pero no puedo faltar al espectáculo de la vida que se construye ante mis ojos. Mi aportación es prescindible, pero también insustituible. Quiero estar y participar.

A veces hay más sentido, más transparencia, cuando hurgamos en lo inexplicado. Por eso, muchas veces me paro delante de muchas cosas que no tienen explicación, y me pongo a esperar a ver qué pasa, a esperar que se me ocurra una respuesta o una reacción, aunque sea ilógica o parezca inútil. La mayor parte de las veces, uno no resuelve nada con su aportación, pero la vida se siente más completa, y las situaciones se ven atendidas en su justa medida. Las cosas se ven afectadas con nuestra presencia, cuando nos ponemos cerca de ellas, a escucharlas, a intentar comprenderlas.

H4GM es ponerme cerca de cosas que no puedo explicar, es ponerme delante y esperar que, aunque no esté en mi mano, mi presencia va a ayudar. H4GM es poner una letra muda en todo lo que no sé decir, pues sé que la vida sabe escuchar esas cosas, sabe valorar los intentos. Mi trabajo es sólo una H para GM, una letra muda que quiere dar aliento a una fe invisible: con mi trabajo puedo abrazar, ofrecer ayuda, aportar calor, desear la salud.

Y ofreciendo la mano, el corazón, sólo quiero estar cerca, encendiendo una luz.

Y que nadie se sienta solo, mientras nos acechan todas esas cosas que nunca dan una explicación.


Detalle de la base.




Visión lateral: detalle de volumen.











Visión posterior: detalle del incensario.

1 comentario:

  1. total..que te puedo decir...Sí, la vida sabe escuchar...Me encanta esa idea.
    Y lo mejor,que te escucha aunque no sueltes prenda...

    ResponderEliminar